sábado, 24 de septiembre de 2011

Carmela

Cuando la conocí a Carmela sentí que estaba delante de mi una persona muy especial, además de que tenia la habilidad de hablar al revés y caminar para atrás, había algo mas que denotaba que su paso por este mundo era todo un acontecimiento. El afortunado encuentro se produce cuando ella, entrando a un bar en reversa, colisiona conmigo en el mismo momento que estaba saliendo con mi café. A pesar del dolor de mi cuerpo por las quemaduras de esta bebida humeante, no pude menos que admirar aquella belleza etérea que el destino había plantado tan descaradamente delante de mí. Pero lo que dijo a continuación no lo olvidaría jamás por el simple hecho de formular frases tan cargadas de significado y de una manera tan sencilla: Te quemaste?! – me pregunto. No! – le dije, aunque por dentro lloraba a mares. Es que no quería asustarla, parecía tan frágil… usaba vestidos de telas vaporosas y silenciosas, no tenia en su cuerpo ni un solo collar, aro o pulsera como si no quisiera que su presencia fuera advertida, como si no quisiera ser descubierta por algún sonido, como si no quisiera ser vista. Luego de ese suceso, nos vimos varias veces… bueno, en realidad, ella me veía porque yo no la notaba hasta que ella me llamaba por mi nombre. Su manera de vestir la hacia camuflarse fácilmente con la naturaleza por eso yo insistía constantemente en juntarnos en zonas urbanizadas y no en parques… tenia tanto miedo de perderla. Finalmente decidí pedirle que se fuera a vivir conmigo porque ya no soportaba el hecho de que desapareciera a cada rato, si hubiera sabido lo que iba a pasar no se lo habría propuesto. Todo marchó sobre ruedas durante los primeros días, pero luego todo cambió. Ella se sentía observada, como si pudieran leer sus pensamientos y ver en su interior, así que como resolución opto por quedarse desnuda para que no la notaran sin saber que producía el efecto contrario con las visitas, sobre todo con mis amigos… creo que estaban preocupados por ella, la miraban con atención sin apartar los ojos de su cuerpo, motivo por el cual tengo que agradecerles porque adivine que la razón era que no querían que yo la volviera a perder. No hacia falta… pero se que lo hacían por mi. Carmela inevitablemente comenzó a transparentarse… sí, empezó a desaparecer. Su angustia era la semejante a un animal cautivo, a un ángel al cual le quitaron cruelmente sus alas lo que me hacia sufrir horriblemente también a mi porque sabia que con esta vida no era feliz. Un día entre al baño con urgencia para hacer mis necesidades (si es que me entienden) y no note que Carmelita se encontraba allí cepillando su blanca dentadura: huyó como un aura despavorida y no pude volver a encontrarla hasta una semana después cuando pronuncio tímidamente mi nombre y hablo de su necesidad de ser libre nuevamente. Notando la tristeza de sus ojos diáfanos y como temblaban sus labios, no pude menos que dejarla ir porque en el fondo de mi alma sabia que si no aceptaba esto se marcharía para siempre. A pesar de lo duro que fue en un principio la separación nos dimos cuenta con el tiempo que no podíamos vivir el uno sin el otro así que todavía nos seguimos viendo. Carmela ha vuelto a su aspecto de siempre y ya no es una sombra gélida de luna sino una brisa de verano que como tal no puedo retener sino conformarme con el alivio de su frescura…